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Guardianes: Cronicas - Corazon de Lobo (p.32)

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Guardianes: Crónicas

Corazón de Lobo

Capítulo 32




Ahora que lo pienso y recuerdo, creo que fue irónicamente estúpido lo que pasó con ella. Durante largo tiempo la utilicé para desahogarme de mis deseos sexuales, pero me ayudó a desahogarme al final de lo que había detrás de ese salvajismo. Porque no tenía sexo por el placer de estar o disfrutar de ella, lo hacía para escapar. Me pregunto qué en el yo de esa época no estaba cegado por el deseo de escapar.

No le dirigí ninguna palabra a ella después de varios minutos llorando. Sentía que no había nada que decir y ella respeto eso. Me retiré sin decir más y ella solo me dedicó una sonrisa cuando voltee a despedirme. No dije nada y salí acompañado por Fenrir.

No dormí bien, no desperté bien y no fue mi mejor día. Era un alivio extraño haber llorado y hablado. Me sentía con menos odio al mundo pero no era suficiente. Todo el día durante la escuela y el trabajo en la carnicería pasé con la mente lejos.

- Chico… Chico… ¡Ouray!

La voz de Jerome me regresó de trancazo al mundo de los vivos (retóricamente hablando). Voltee a verlo rápidamente, aun sorprendido por el susto.

- ¿Qué…?

- ¿Lo qué te pedí que me trajeras?

- Este… - me encontraba en la parte trasera de la tienda buscando algo… Curioso que no me acuerde que era ese algo aún. – Lo estaba buscando pero… No lo encuentro.

Jerome me miró por un largo rato antes de acercar su mano a una caja y tomar lo que me mandó a buscar. Una vez con eso en mano regresó al frente de la tienda. Me sentí realmente inútil en ese momento. Intenté recordar que otras cosas me había pedido y lentamente volvieron a mí. Claro que cada 5 minutos tenía que volver a hacer ese proceso para no olvidar que estaba haciendo.

Terminé mi turno en el trabajo, aún distraído. No recuerdo bien como fue aquellas horas. Todo era confusión alrededor.

Al salir, Jerome me detuvo por el hombro.

- ¿Te sientes bien? – Su mirada era familiar. Me recordaba los ojos de mi madre cada vez que me veían. Siempre llenos de preocupación.

- Sí. – Dije secamente. No me sentía con fuerzas.

- Vete con cuidado. – Jerome me soltó y dejó que siguiera mi camino a casa.

Caminé lentamente y sin poner atención a lo que me rodeaba. Casi moría al no detenerme cuando estaba la roja para los peatones, pero Fenrir me salvó tirando de mi pantalón. Creer que esa fue la primera vez que me salvó la vida es cómico, comparándola con otras situaciones menos comunes que hemos vivido.

Llegamos a la entrada de la casa y, mientras terminaba el cigarro que había prendido, contemplé la puerta.

¿De verdad quería entrar? ¿Quería ver al borracho de Adam, la cobarde de mi madre o el desconocido de mi hermano?

Era tentadora la idea de correr lejos y huir de todo. Pero tenía miedo. Miedo de encontrar que, tal vez, si se podía tocar más fondo de lo que yo había tocado. Que aún había demonios esperando a entrar a la legión que me atormentaba todas las noches.

Miedo a terminar suicidándome por no poder continuar.

- “Al caso va a ser la misma mierda.”

Y una vez más en mi vida, fallé en poder abrir los ojos.
Es estúpido una vez que lo ves desde afuera, pero eso le pasa a muchas personas. A la pareja agredida, al chico solitario, al empleado frustrado. Todos tienen miedo a lo desconocido y lo posible.
Pero incluso para aquellos que creen en un dios, existe la posibilidad del cambio cuando das el salto de fe.

Disfruten
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